hace 4 años
los videojuegos de disparos en primera persona repetían la fórmula de matar por matar, sin darle al jugador un mayor contexto en el cual transcurrían sus acciones, ni muchísimo menos hacían énfasis en crear toda una atmósfera alrededor del usuario para que, sin dejar de disparar, se sienta como tan solo una parte de un mundo con el que es capaz de interactuar y posee dinamismo más allá de su presencia.
Evidentemente fue aquel que se arriesgó exponiendo un ritmo mucho más pausado, que permita a la trama explayarse de una mejor manera, en un género que ponderaba la acción rápida y salvaje. De hecho, el presente título alberga la enorme virtud de haber sido el primero que situó al jugador en un entorno que reacciona de diferentes maneras ante él. La acción acontece en Black Mesa, donde hay científicos y otros trabajadores con los que el usuario, en su recorrido por las instalaciones, puede elegir si hablarles o no, y si lo hace estos responderán de diferentes maneras pero siempre en función de las circunstancias del entorno.
De este modo tan magistral, que a día de hoy sigue siendo fabuloso y muy pocas desarrolladoras han logrado adaptar a sus productos